Porque me da la gana
Escuchar las ganas suena fatal, ¿te has dado cuenta? Como si las ganas fueran caprichos indebidos, viscerales. Hemos aprendido que no es deseable escuchar las ganas de nuestro cuerpo, de nuestra energía, las ganas de cantar, descansar, soñar, abrazar, correr lejos, aullar, ganas de decir NO…
Las NO ganas, las que son acusadas de pereza, deslealtad, egoísmo…
Las ganas suenan mal, hacer lo que “da la gana” lleva a la alerta. Recuerda el instinto animal libre. Peligro. Y claro está, hemos aprendido a reprimirlo y suprimirlo.
Así que si haces lo que te da la gana, también tendrás que asumir la culpa de no hacer lo que “debes”, todas aquellas creencias que has aprendido desde niño, lo que papá y mamá te han enseñado de como debes vivir la vida.
No defiendo el porque me da la gana egoísta, que no tiene en cuenta los demás ni su entorno. Solo rescato el porque me da la gana consistente, conectado a la sabiduría natural exenta de leyes humanas que dirigen desde el deberías. Estas ganas naturales, estas llamadas, tendrán a veces cauces fáciles de expresión y otras veces no tanto. Lo mismo ocurre con nuestros hijos, de tanto esforzarnos en encarrilar a los niños dentro de las normas y exigencias diarias, restringimos las voces auténticas que tienen que ver con los ritmos, los gustos, las capacidades y el sentir individual. Estoy a favor de que el niño tenga que hacer una adaptación a la sociedad, siempre y cuando también se le de valor y escucha a sus ganas, lo que no es lo mismo que dar permiso. Por ejemplo, podemos validar que el niño no tenga ganas de hacer los deberes, o que tenga ganas de pegar a su hermano cuando se enfada, pero no por ello daremos permiso ni aprobación a que pegue y a que no cumpla sus tareas.
A veces, ya hartos, sale un “porque me da la gana”. Puede que salga desde la rebeldía, desde el ya no puedo mas, cuando por fin escuchamos las ganas gritar. Como un puñetazo sobre la mesa. Con esa energía que da el enfado, la rabia, el no poder contener mas. O por el contrario ya agotados, tristes, cuando ya no hay fuerza para sostener lo insostenible. Qué bonito seria que pudiéramos decir porque me da la gana cantando, con una sonrisa, sin el estigma de que estamos haciendo algo mal, con la convicción de que somos fieles a nosotros mismos, en autenticidad, en escucha, en unidireccionalidad, en definitiva en salud y felicidad.
Margarita Níama
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